Algún gesto

De acuerdo, el país atraviesa un período de emergencia económica, los recortes son inevitables, hay que ajustar el gasto, reducir el déficit… y todos debemos contribuir con nuestro esfuerzo, cuando no con nuestro sacrificio. La prima de riesgo es una pesadilla, y las noticias inquietantes se sientan cada mañana a nuestra mesa. Desayunamos incertidumbre cada día y cenamos una buena ración de pesimismo.

Los ciudadanos hemos entendido el mensaje de estos tiempos con mayor aplomo y sensatez de la que parece, y aceptamos con pundonor y madurez que la crisis se haya convertido en el espejo que nos devuelve la imagen de lo que debe corregirse. Tan sensibles nos ha puesto el panorama que ahora vemos y damos relevancia a lo que hasta hoy no quisimos ver. Cada euro que se derrocha o se malgasta, en el ámbito que sea, nos duele como nunca. Cada privilegio o impunidad injusta nos revuelve el estómago en mayores proporciones que hace unos meses. Ahora sí, es el momento de desnudarnos, de ajustar cuentas con todo y no dejar títere con cabeza.

Por ejemplo, aunque considerábamos un flagrante agravio que los clubes de fútbol deban millones de euros al erario público, mientras manejan presupuestos de infarto y compran jugadores carísimos como si compraran golosinas en el estanco, es ahora cuando lo denunciamos con vehemencia. Y aunque no tienen sentido las excepciones y prebendas fiscales que el Estado le concede a la Iglesia, rica en patrimonio como sabemos, nunca nos molestaron tanto como en estos días. En fin, que acostumbrados a soportar altos decibelios durante años, en el estado de hipersensibilidad en que vivimos, ya nos molesta el menor ruido.

Por eso me parece preocupante, antiestético, inmoral e indignante que no hayamos visto todavía (salvo algún caso muy aislado y casi heroico) algún gesto honroso de nuestros políticos, cuyos privilegios siguen rozando la obscenidad. Quienes deben dar ejemplo y liderar un movimiento ético de responsabilidad, generosidad y transparencia, siguen atrincherados en sus salarios, en sus jugosas pensiones, en sus coches de alta gama. Y encima se lamentan de la «desafección» de la ciudadanía que ya no cree en ellos ni tiene interés alguno por la política.

Las palabras llegan muy lejos y pueden sonar hermosas, pero sólo por sus actos los conoceréis. La casa de este sacrificio colectivo debe elevarse desde los cimientos, y precisamente quienes gestionan los recursos públicos y viven y se benefician de ellos deben expresar su compromiso con los detalles y con los gestos. Esta crisis también debe servirnos para eso, para devolver y exigir a la política su vocación se servicio.

2 pensamientos en “Algún gesto

  1. No me inmiscuiré en asuntos españoles, ya que soy de Uruguay. Pero sí opinaré de mi propio país en una situación análoga, pues creo que siempre es útil comparar el comportamiento de los hombres en distintas sociedades. El actual presidente de mi país, al asumir hace dos años, propuso a todos los miembros de su partido, el Frente Amplio, que se rebajaran -como gesto- un buen porcentaje de sus sueldos de parlamentarios, para predicar «desde arriba». Èl comenzó haciéndolo con su propio salario (que es el más importante de todos) y el dinero va para un proyecto de impulso a las pequeñas empresas. Sólo lo siguieron los miembros de su propia fracción dentro del Frente Amplio. El resto permaneció con sus honorarios y explicaron que ya daban cada mes para sus sectores, etc. La oposición, inmutable, por supuesto. Sólo quería compartir esta información con los ciudadanos de España (país al cual se refiere el comentario de la Prof. Llarena) para que se compruebe que el interés individual es poderosísimo en las carreras políticas. Nicolás Maquiavelo fue un auténtico visionario.

  2. La Democracia, las libertades individuales o el Estado del Bienestar se han convertido en símbolos irrenunciables de la Sociedad occidental, o al menos de la europea. Sin embargo, los legítimos interlocutores, representantes o intermediarios de la sociedad, es decir los políticos, que son los que dan sentido a este modelo de organización, alcanzan una baja valoración, cuando no el rechazo directo, entre gran parte de la ciudadanía; no digamos ya en los países mediterráneos con menor tradición democrática y algo dados al populismo y demás salvadores, como es el caso de España.

    Dicho esto, y coincidiendo totalmente con lo que planteas (derroche, corrupción, interés personal sobre el general…) creo que deberíamos saber diferenciar entre las manzanas podridas de las que no lo son (y aquí no hay excepciones entre los distintos partidos); y a pesar de creer en aquella máxima de que todos los políticos son iguales, reconozcamos que hay unos que son más iguales que otros. Es tan importante «castigar» a los malos como premiar a los buenos, pero sobre todo evitar el asqueo que le produce a la ciudadanía, cada vez más, la política y los políticos, en especial a la juventud, que incrédula se aparta de la posibilidad de elegir o de ser elegidos para perderse en la autocomplacencia y en la utopía, inconscientes de que están favoreciendo a aquellos que critican y/o rechazan.

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